Para comprender este fenómeno interesante que ha permitido la evolución de los seres vivos desde hace 3.000 millones de años, es necesario hacer un repaso de la composición química o elemental del cuerpo humano.
El cuerpo está compuesto por órganos (pulmón, corazón, etc.) y tejidos (piel, músculo, hueso, etc.); a su vez éstos están formados por células (neuronas en el cerebro, enterocitos en el intestino, etc); cada célula está conformada por moléculas (proteínas, lípidos, carbohidratos); dichas moléculas están constituidas por elementos químicos (los de la tabla periódica: carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, etc.) y cada elemento químico o átomo está compuesto por electrones y un núcleo. [1]
En cada célula se produce energía para realizar las funciones de las células, a partir del aprovechamiento de los nutrientes provenientes de los alimentos y del oxígeno transportado desde los pulmones. Dicho aprovechamiento se llama metabolismo y aparte de la energía, también resultan sustancias de desecho o de sobra llamadas oxidantes, como los radicales libres de especies reactivas del oxígeno, especies reactivas del nitrógeno, entre otras más. Estos radicales libres son átomos o moléculas inestables, debido a la carencia de electrones. [1, 2, 3, 4]
Los radicales libres u oxidantes tienen la función de facilitar la comunicación entre células del cuerpo, funciones en el sistema de defensas y permitir el equilibrio o normalidad del cuerpo. Sin embargo, estos radicales libres u oxidantes también tienen efectos marginales o secundarios, que es el daño de las moléculas en las células, lo que indica que pueden perjudicar a todo el cuerpo. Pero el cuerpo tiene todo un esquema de protección que le permite recobrarse de dichos daños y se llama sistema antioxidante. Dicho sistema está compuesto por enzimas (como la glutation peroxidasa) y por compuestos químicos (propios o de la alimentación), que reparan el daño, eliminan los radicales libres o permiten resistir la agresión de los oxidantes. [1, 4, 5]
El cuerpo funciona correctamente cuando el sistema antioxidante mantiene controlado y en equilibrio la cantidad y efecto secundario de los radicales libres.

Pero cuando el efecto secundario y cantidad de los radicales libres supera los sistemas antioxidantes, se genera el estrés oxidativo. Por lo que se podría definir el estrés oxidativo como un desbalance entre la producción de oxidantes y la defensa antioxidante. El incremento de sustancias oxidantes resulta nocivo para cada célula y por ende a todo el cuerpo, debido a que el exceso de radicales libres (estrés oxidativo) genera daños y cambios en las células de manera irreversible, lo que conduce a largo plazo a envejecimiento y/o enfermedad. [1, 4, 5]
El estrés oxidativo se genera a partir de un incremento en la producción de radicales libres y/o a una disminución del sistema antioxidante. El incremento de radicales libres se puede deber a un estado de enfermedad, a un elevado consumo de radicales libres en la dieta (principalmente conservantes, grasa y pesticidas) y/o a la exposición por sustancias contaminantes o tóxicas en el ambiente (cigarrillo, polución, etc). Por otra parte, la disminución del sistema de defensas se debe a una alimentación baja o carente de vitaminas, minerales y/o compuestos químicos naturales antioxidantes. [1, 4, 5, 6]
Por lo anterior, el estrés oxidativo puede ser crónico (durar mucho tiempo, como en los fumadores, sedentarios, polución, entre otros), puede ser agudo (como en el caso de enfermedades de corta duración) o intermitente (momentos de buena o mala calidad nutricional de la alimentación). Junto a lo anterior, se debe considerar que el estrés oxidativo es perjudicial, no solo por el daño irreversible que ocasiona a las células, también por el aumento en la producción de sustancias inflamatorias propias del sistema de defensas, que ocasiona la aparición de enfermedades como la diabetes, hipertensión, sobrepeso, entre otros, lo que empeora el estrés oxidativo. [1, 2]
Con lo que se ha dicho, es claro que no hay que inquietarse por la producción de radicales libres u oxidantes, la verdadera preocupación es sufrir de estrés oxidativo. Para evitar el estrés oxidativo se deben seguir estas simples y poderosas pautas: primero, evite enfermarse, disminuyendo la exposición a gérmenes y manteniendo sus vacunas al día; segundo, disminuya su exposición a contaminantes y polución en el ambiente; tercero, procure mantener una alimentación saludable incluyendo frutas y verduras. Finalmente, considere el uso de suplementos nutricionales si su alimentación no puede ser saludable todos los días.
Referencias
- Jové, Mariona, et al. “Estrés oxidativo, envejecimiento y longevidad.” Tratado de medicina geriátrica, 2 ed., ElSevier, 2020, pp. 252-264. ClinicalKey. Accessed 11 Noviembre 2020.
- Silwal, Prashanta, et al. “Mitochondrial Reactive Oxygen Species: Double-Edged Weapon in Host Defense and Pathological Inflammation During Infection.” Frontiers in immunology, vol. 11, no. 1649, 2020. PubMed, https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32922385/. Accessed 11 Noviembre 2020.
- Vakifahmetoglu, Norberg, et al. “The role of mitochondria in metabolism and cell death.” Biochem Biophys Res Commun., vol. 482, no. 3, 2017, pp. 426-431. PubMed, https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28212726/. Accessed 11 Noviembre 2020.
- Ronzio, Robert. “Naturally Occurring Antioxidants.” Textbook of Natural Medicine, 5 ed., ElSevier, 2021, pp. 731-751. ClinicalKey. Accessed 11 Noviembre 2020.
- Carvajal, Carlos. “Especies reactivas del oxígeno: formación, funcion y estrés oxidativo.” Med. leg. Costa Rica, vol. 36, no. 1, 2019, pp. 91-100. Scielo, http://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1409-00152019000100091&lng=en. Accessed 11 Noviembre 2020.Hernandez, Michelle, and David Peden. “Air Pollution: Indoor and Outdoor.” Middleton's Allergy: Principles and Practice, 9 ed., ElSevier, 2020, pp. 479-499. ClinicalKey. Accessed 11 Noviembre 2020.