Las defensas del cuerpo o sistema inmunológico, son un conjunto de componentes del cuerpo que lo protegen y defienden de agresiones por materiales externos o gérmenes.
Dichos ataques pueden provenir de bacterias (como las que causan diarrea o la tuberculosis), de virus (por ejemplo el virus de la gripe o del COVID-19), hongos (que causan micosis en la piel), parásitos (como la ameba y la solitaria) o heridas (cortaduras, pinchazo, etc).
El sistema inmunológico de una persona depende directamente de su estado nutricional. Un adecuado estado nutricional significa que el cuerpo adquiere la cantidad suficiente de nutrientes para mantener el adecuado funcionamiento del cuerpo, lo que incluye un buen funcionamiento de los músculos, huesos, cerebro, respiración, circulación sanguínea y hasta las defensas o sistema inmune.
Diversos factores alimentarios pueden contribuir a mantener o disminuir el estado nutricional, lo cual indica que los hábitos alimentarios también tienen un papel en el mantenimiento y funcionamiento del sistema inmune. Un patrón o hábito alimentario que contenga alto consumo de azúcares, colesterol, déficit de nutrientes y/o alimentos alergénicos pueden suprimir o disminuir las defensas del cuerpo. Por el contrario, el consumo de nutrientes y antioxidantes a través de una alimentación saludable puede incrementar y mantener saludable el sistema inmune.
Por lo tanto, un óptimo sistema inmune o de defensas requiere un óptimo estado nutricional, lo que se logra con una alimentación saludable, la cual se caracteriza por:
- Alto consumo de alimentos naturales tipo frutas y verduras. Cada día, deberíamos consumir 5 porciones entre frutas y verduras.
- Consumo de alimentos integrales, granos y semillas. Por ejemplo centeno, avena, frijol, lenteja, ajonjolí, maní, etc.
- Bajo o nulo consumo de azúcares refinados, como el azúcar blanco y productos fabricados que adiciona azúcar, por ejemplo las gaseosas, jugos en botella-caja, cereales de desayuno, etc.
- Adecuado consumo de proteína de origen animal o vegetal. De tipo animal incluye carnes (res, pollo, pescado, cerdo) y lácteos. De tipo vegetal se refiere al consumo de granos (ej: lenteja, frijol, etc) y cereales (arroz, trigo, etc) en un mismo tiempo de comida.
- Hidratarse diariamente y constantemente, preferiblemente con agua o con jugos naturales hechos en casa, sin azúcar.
Seguir las recomendaciones anteriores de forma constante y diaria pueden optimizar el funcionamiento del sistema inmune, sin embargo, las deficiencias de nutrientes en la población es prevalente o habitual, debido a que no siempre se cumplen dichas recomendaciones por múltiples razones, como la falta de acceso a los alimentos, enfermedades, el estrés de la vida diaria, falta de habilidades culinarias, falta de educación alimentaria, etc. El no adherirse a las recomendaciones o seguirlas de manera parcial puede generar deficiencias nutricionales o de nutrientes, lo que conlleva a que el sistema de defensas se pueda ver comprometido y disminuido.
Por lo anterior, en las personas que no puedan seguir de manera constante y habitual las recomendaciones de una alimentación saludable, se recomienda que consuman suplementos de vitaminas y/o minerales, con el fin de garantizar que el sistema de defensas o inmunológico se mantenga en un nivel óptimo. Dicha suplementación deberá contener nutrientes como las vitaminas (A, C, D, E, piridoxina, complejo B) y mine- rales (hierro, zinc y selenio).

En síntesis, el sistema de defensas o sistema inmune se encarga de proteger al cuerpo de agresiones por agentes extraños. Su nivel de desempeño o funcionamiento depende del estado nutricional del sujeto; un óptimo sistema inmune se logra con un óptimo estado nutricional, éste último depende de seguir habitualmente las recomendaciones de una alimentación saludable y de ser necesario, incluir la suplementación de vitaminas y/o minerales, con el fin de mantener un óptimo nivel del sistema inmune.
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